martes, 7 de marzo de 2017

Antes y después. (Segunda parte).




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Chilpancingo asentado en una cuenca tectónica, permite el privilegio a sus habitantes de tener una vista maravillosa alrededor de la rosa de los vientos.
Yo, en lo particular prefiero el paisaje del poniente como se contempla desde donde acostumbro estar, que el de cualquiera de los otros sentidos. La foto al inicio es la vista que menciono captada a las 10 AM del mes de  marzo del 2017.

Aunque todas son impactantes y bellas, ésta siempre me ha parecido que tiene un dejo de misterio. Que invita a subir para indagar que son esos misterios que suceden por los desniveles de esos lugares misteriosos.
Hace aproximadamente treinta y cinco  años tomé la siguiente foto mirando al sur.
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La majestuosidad del culebreado seduce, atrae, ¿que puede contarnos de lo que sucede detrás y sobre de él? ahora he tenido el privilegio de hurgar apenas unos insignificantes espacios pero inmensamente ricos en maravillas.
La misma mirada ahora en estos días:
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Ahí sigue el culebreado imponente, mientras los campos de cultivo ya fueron arrasados por la chusma, matando la gallina de los huevos de oro, ¿alguien acaba de decir eso? , pues sí, traer alimentos de otros lugares puede ser errático, peligroso, inseguro y sobretodo empobrecedor.

También hice entonces hace treinta y cinco años una toma al oriente:

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Al fondo luce el Machohua imponente y el verdor de la pequeña capital que entonces era evidente.

Hoy hice otra toma; más bien, quise decir: intenté.
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¡Ups! al parecer sólo a mí me interesan los paisajes de Chilpancingo, bueno al menos en el reflejo de los ventanales podemos admirar parte del culebreado, el Machohua ya no lo miro, ni podré de aquí ni con visión X. Los árboles de antes, ahora son metales, concreto y vidrio, llenos de carne insensible a los paisajes naturales.

Todas las fotos propiedad de Edgar P. Miller

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