jueves, 29 de junio de 2017

En el año de 1968




En el año de 1968 terminé  mis estudios de secundaria, en ése año también se hicieron aquí en la Ciudad de México los juegos Olímpicos. Iniciaron el 12 de  octubre posterior al hecho sangriento del día Dos. “Dos de octubre no se olvida”
Fue un año de grandes sucesos, algunos trágicos pero otros importantes por su carácter de interés mundial y nacional.
Fue un año importante en mi vida también, (curiosamente se considera un año importante para la historia actual de México) tenía que estar preparado para afrontar el examen de admisión al IPN, pero a mis dieciocho años el deporte tenía un atractivo adictivo. Fui convocado a la selección de futbol del estado que competiría en un evento nacional y también me anoté con los jóvenes que correrían con el fuego olímpico en la subsede de Acapulco, terminaron ellos  siendo buenos amigos.
Hace 49 años ya todo estaba preparado para los juegos olímpicos, se transmitiría en vivo a todo el mundo vía Pájaro Madrugador; un sistema de comunicación por satélite. Se publicitó entonces aquí en México la exitosa red de microondas que comunicaría a toda la provincia del país con el centro. Después sabríamos que su verdadero propósito sería idiotizar a toda la población a través de programas de televisión y endeudarlos con el cobro de llamadas de larga distancia telefónica.
Yo nunca fui un jugador talentoso de futbol, más bien era un buen atleta; la condición física que tenía y la disciplina deportiva me permitían competir con  los mejores de mi área. Así que no terminé siendo seleccionado para ir al nacional y dedique el tiempo al entrenamiento de los antorchistas.
Aunque no fui al nacional el viajar continuamente a entrenar a iguala con Raúl y Amado en compañía del Capitán Lomas queda en mi recuerdo como un grato e interesante momento de mi vida. En la foto 1 está el equipo de la selección de Chilpancingo que ganó el regional.




Por otra parte, el grupo de la antorcha tenía más elementos y mayor proyección, mientras escribo  trataré de recordar los nombres de quienes participaron en el evento. Para empezar el encargado era el profesor Arturo Cervantes, una agradable persona; reconocida  en Chilpancingo por el gran entusiasmo que aplicaba a todo lo que se dedicaba. Recuerdo que me recibió diciéndole a quien me había invitado: Luis Nava,  ¿por qué viene el borracho de Pavía a entrenar?, diciéndole a Luis que yo no iba aguantar el entrenamiento. Ahí me di cuenta de la importancia que tiene ser discreto en las actividades que no agradan a otros; y sí pues, entonces como todos los de mi edad bebíamos en las fiestas porque se la pasaban insistiendo, pero no siempre lo hice hasta quedar borracho. Y sinceramente yo solamente dos veces me emborraché cuando viví en Chilpancingo. Era mejor estudiante y deportista.




Pero en fin, no voy hablar de borracheras sino de como fue este asunto de transportar el fuego olímpico.
Todas las tardes no reunimos, los que estaban inscritos,  para entrenar en la Casa de la Juventud, una infraestructura deportiva de alto rendimiento, con instalaciones de primer mundo, construida en esa década, además orgullo de la gente de Chilpancingo.
Entre los participantes existía un grupo de corredores ( Los Venados recuerdo se llamaba), una organización que entonces era de la Universidad de Guerrero y que participaban en carreras de resistencia. De ellos me llegan a la mente Dircio y Buenaventura que fue con quienes más me relacioné.
Cuando viví en Estados Unidos (1962-1965) participé en el equipo de atletismo de mi escuela corriendo los 800 metros y la milla; así que no me apantallaban; aunque debo aceptar que eran muy buenos ellos para esto de las carreras. Y realmente impresionaba cuando salíamos a correr a campo travieso.
El entrenamiento inició con ejercicios de calistenia, unos que entonces se acostumbraban, eran como una receta para todos los atletas: sentadillas, lagartijas, etc.
Curiosamente lo que íbamos hacer en la olimpiada era solamente correr quinientos metros con una antorcha en la mano, una vuelta a la pista y un cuarto más. Parece simple, pero se tenía que hacer, nos decían: con estilo, que se viera bonito, en pocas palabras celestial. Así que todos los días también entrenamos corriendo esa distancia con una pesa en el brazo y haciendo los relevos. Usábamos como antorcha un disco de esos de atletismo.
Hasta ahí todo parecía aún sencillo, más cuando nos dijeron que se podía cambiar de mano el peso; siempre y cuando se hiciera elegante, nos enseñaron como tendríamos que hacerlo.




Les platicaré ahora cuál sería el lugar donde tendríamos que hacer el traslado. Pues bien era desde el aeropuerto internacional de Acapulco, Gral. Juan Álvarez hasta el centro del puerto, la plaza del mismo nombre, unos 25 Km. Este trayecto tiene bastantes áreas planas, así que eso no era problema, problema era que sería a pleno sol, con la humedad que existe al final de la temporada de lluvias y al nivel del mar. Los 500 mts deberían correrse en un tiempo determinado ni más ni menos. Pero aún eso era considerablemente fácil, pero no para quienes tendrían que hacerlo en la subida que se encuentra después de Puerto Marqués (ver mapa foto 3 marca B) y durante la bajada una vez que se llega a la cumbre. La otra dificultad era el miedo escénico ya que habría gente; o sea, público en todo el trayecto.
Así pues que los entrenamientos siguieron hasta llegar el día. Fuimos una vez al puerto para hacer un simulacro con antorchas iguales a las del evento final. Para ir al puerto usamos el vehículo de la Casa de la Juventud, el chofer era una gran persona que todos los de Chilpancingo que íbamos a esa instalación lo veíamos como de la familia. Recuerdo que en la ida, Dircio se puso a cantar una canción que dice más o menos así: soy un pobre  venadito que habita en la serranía. Pues ese estribillo se fue cantando todo el viaje. En la liga está completa la canción por si les interesa.
El simulacro fue en la tarde, nosotros llegamos temprano a Acapulco y estuvimos metidos en el mar todo el día nadando en la playa Condesa. Recuerdo que entonces me tocó en la subida, quise demostrar que era muy bueno y salí demasiado rápido, además algo entumecido de las piernas por la nadada, después de recibir el fuego, incluso los del camión de apoyo me indicaban que le bajara, pero yo no les hice caso, hasta que sentí que ya no podía seguir sobretodo que aún no se miraba el siguiente relevo, así que fingí un calambre y me cambiaron, valió la pena por dos cosas: una porque se entrenó este tipo de situaciones, la otra fue que para el mero día me tocó en lo plano; no donde todos deseábamos: dentro del puerto, sino que en la avenida antes de llegar a la subida (ver mapa foto 3 punto A), no fue dentro del puerto precisamente debido al incidente en la práctica.
Terminando el simulacro nos dieron de comer como a los acarreados a los mítines. Al parecer les falló al que  contrataron para  alimentarnos.




Siguieron los entrenamientos, ahora más duros, corríamos a campo travieso sobre los terrenos barbechados(ver foto A). Luego se escogía un punto en un cerro y corríamos hacia él. Esto último sí que era capcioso ya que el punto a veces se miraba cerca pero para llegar se tenía que subir y bajar un montón de lomas.
No sé los demás como consideraban todo, pero para mi lo más importante era llegar a correr con el fuego olímpico el mero día, sabíamos que nos darían un uniforme para la categoría que tiene una Olimpiada; incluyendo tenis, también que la antorcha se nos quedaría ya que cada relevo usaba una nueva, lo que se transportaba era el fuego se pasa de una antorcha a la otra. Sin embargo correr ese momento era mi meta.

El grupo de Chilpancingo tenía asegurado correr como portador de antorcha y no como escolta, ya que así sería el traslado: un antorchista y cuatro escoltas. Cosa que también se practicó.
Hicimos muchos simulacros de los relevos en las calles de Chilpancingo, la población poco sabían entonces de los Juegos Olímpicos, incluso yo supe de ellos cuando en Estados Unidos ví las de Tokio por televisión y en la clausura mencionaron México, así que ellos se figuraban que lo que hacíamos era para traer el fuego guadalupano, a mi me enfurecía esa comparación, pero nada podía hacer.
Una noche antes de partir al puerto para el transporte del fuego nos entregaron los uniformes en el Seguro Social, otra edificación despampanante recién hecha en Chilpancingo, en su tiempo hermosa. Faltaron los tenis, nos dijeron que serían entregados en el puerto. Ya en el lugar, al día siguiente, nos los dieron, fue faltando poco para el evento, los zapatos a algunos les quedaron grandes a otros chicos, a mi me dieron dos derechos, quienes pudieron intercambiar fueron pocos porque o eran muy grandes o muy chicos y no de las medidas de nosotros, y a nadie los izquierdos de mi par, así que ya llegando el momento cada quien corrió con los que llevaba  de su caza.  Yo llevaba unos Superfaro negros ya en la últimas y pues con esos corrí. Algo molestos también estábamos todos porque los tenis eran una imitación de los Adidas aquella novedad alemana a la que aspirábamos, nos dieron unos con tres barras pero no de muy buena calidad, pero en fin lo importante a final de cuentas era participar en el evento internacional tan esperado.



Después recuerdo que en las zapaterías Canadá, que fue esa la marca de los tenis, nos los podían cambiar por los que quisiéramos si completábamos el precio, así le hicimos varios, recuerdo entonces que uno de los compañeros, uno que ha sido funcionario de alto nivel del gobierno, me pidió prestado y le di, la última vez que le cobré; en ese mismo año, me contestó que no me pagaría. No digo su nombre para no apenarlo, ni tampoco lo menciono aquí porque deseo que me pague, sólo lo digo como anécdota, ojalá que el dinero que le presté lo haya hecho mejor persona, espero. Hice la cuenta un día de a como llegaría la suma a cobrar, sumándole los intereses como los que le agregan a la deuda externa; ya ni robando como los más rateros del gobierno me podría completar la suma.


Llegó el momento era el día 12 de octubre del 1968 no recuerdo la hora pero fue en la tarde, ya que la ceremonia de encendido del pebetero terminó con el ocaso. Nos dijeron que una vez terminado el recorrido se entregara la antorcha a un niño que estaría en ese lugar. Fue algo emocionante, cuando llegó el fuego a donde estaba yo, recuerdo como un sueño como prendió mi antorcha haciendo ésta un chasquido, como de encendido de fósforo, después inicié mi carrera como flotando sobre nubes hasta llegar a la otra posta; como si fuera cámara lenta encendí su antorcha, le di la mía al niño ¡adiós antorcha! y subí al autobús. Durante todo ese momento las luces de los flashes titilaban sobre mí. En todas las postas había periodistas con cámaras, además una camioneta y otros vehículos seguían al antorchistas por delante y por atrás con cámaras de televisión y cine. Un autobús nos recogió a todos y nos concentró donde estaba el pebetero. Ahí nos fuimos poniendo en valla para recibir al último relevo. Realmente, al menos yo, estaba fascinado, fotógrafos de todo el mundo me retrataron desde diferentes lugares, creo que no dejaron un centímetro de mi cuerpo sin fotografiar, increíble, nunca se me olvidará, cualquiera diría que fue mi minuto  de fama. Estuve tan entusiasmado con el suceso que no recuerdo que sucedió  después. Ahora en las olimpiadas, grandes personalidades pagan por portar el fuego Olímpico.






Pasó el tiempo y no nos entregaron las antorchas, se perdieron fue la respuesta.
Cuando estuve en la prepa de la UAG tuve un amigo que era corresponsal de Excélsior, platicándole la cuestión me interrogó para enterarse de todo y después mandó al periódico la información, para su mala suerte el nombre del Prof. Arturo Cervantes apareció en la nota; y en un periódico de circulación nacional, era obvio que la culpa no era de él sino de los encargados de la logística en Acapulco, ya que era un evento organizado desde la capital por el Comité  organizador de los juegos de la XIX olimpiada. (Ver Foto 6)




Pero el  periodicazo dio resultado, el veinte de noviembre en las tribunas del estadio Andrés Figueroa; ya no existen (Ver foto 1) , nos dieron las antorchas, no fue con la que corrimos, al menos a algunos así nos pasó, sino que aquella con la que entrenamos. Estas eran iguales a las que se usaron para transportar el fuego en el tramo de Veracruz cuando llegó de Europa, después las cambiaron porque se calentaban y eran incómodas para los corredores, la antorcha la he guardado; también mi playera (foto 4). El short me lo terminé jugando futbol con él, me lo ponía para presumir. No era la gran cosa, si vemos que ese material sintético ahora es tan barato y común, entonces salió como novedad. La marca era La fama del Tigre (Ver foto  5), una tienda de deportes que aún existe en México, ver la liga, incluso tiene la misma dirección y teléfono. Sin embargo zapatos Canadá ya pertenece a un consorcio más grande.


Algunos de los nombres que recuerdo:
Arturo Catalán
Dircio
Buenaventura
Luis Nava Donjuan
Edgar Pavía Miller
Gabriel Arturo Hernandez Osorio
Ernesto Vélez Memije

David Rivera



http://www.proceso.com.mx/171996/fue-la-empresa-del-ramo-mas-grande-de-america-latina
 http://www.edemx.com/mas/Mex68/Antorcha2olimpica.html
 http://enlacesport.com/archives/417438